El conjunto habitacional del barrio San Francisco fue presentado como una solución al déficit habitacional del país, pero a pocos años de su creación, el modelo comenzó a mostrar grietas profundas. “Desde que comenzó a ser poblado, se generaron situaciones de violencia, riesgos y agitación social”, afirmó el arquitecto Jonny Alvarenga.

El complejo habitacional cuenta con 888 departamentos y 112 casas que fueron entregadas por el Gobierno a pobladores de la Chacarita que habitualmente eran afectados por las inundaciones.

Para el profesional, uno de los errores centrales fue abordar el proyecto sin un proceso social sólido que garantice la conservación de las redes de contención y el apoyo económico que existían en los barrios de origen de las familias trasladadas. “Muchos vecinos se conocieron recién allí, con desconfianza y sin el tejido comunitario necesario para convivir”, señaló.

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Según Alvarenga, "no se construyó comunidad, aunque se hayan construido casas". Hoy el barrio enfrenta divisiones internas entre comisiones vecinales, microtráfico y conflictos sociales.

“Siempre que se plantean este tipo de soluciones, que caen como platillos voladores o en paracaídas desde arriba, sin considerar las capacidades de las familias que van a ser beneficiadas, terminamos con estos resultados. Eso está demostrado en muchos lugares, está estudiado”, manifestó el profesional sobre qué pasó en el barrio.

También criticó el enfoque tradicional que muchos arquitectos y urbanistas aplican a estos proyectos. “Falta una mirada multidisciplinaria que comprenda la complejidad del problema: debilidad económica, informalidad y exclusión social. Los recursos económicos son muy limitados en esas familias, que se mudaron a una infraestructura difícil de sostener”, consideró en entrevista para la radio 780 AM.

Señaló que es importante tener presente el concepto de lo que significa la producción social de hábitat, que consista en viviendas edificadas con las propias capacidades de los barrios y potenciadas con los recursos económicos, ya sean públicos o privados.

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En este sentido, indicó la importancia de potenciar las capacidades existentes en los barrios y trabajar con las familias en el diseño y mantenimiento de sus viviendas. “Ellos mismos llaman ‘palomares’ a las viviendas del conjunto, mencionó, aludiendo al hacinamiento y la falta de habitabilidad.

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El profesional resaltó que se necesita la apertura de un diálogo y voluntad abierta a los procesos de participación, para que los vecinos y los profesionales de la academia puedan opinar sobre las políticas públicas.

“Trasladaron a todas esas familias lejos de sus lugares de subsistencia habitual, sin redes de educación, atención de salud, que son problemas que hay que abordar también. Recordemos que tenían ellos sus fuentes de trabajo a cuadras”, manifestó.

Finalmente, considera que todo tiene solución y el Gobierno debe trabajar en esta zona de Asunción. “Nada es imposible, pero hay que abrir espacios reales de diálogo con las comunidades, escucharles y construir soluciones junto a ellas. Solo así se puede recuperar este tipo de proyectos y darles sostenibilidad a largo plazo”, finalizó.