
Paraguay mantiene índice de calidad del empleo sin mejoras estructurales
El ICE se construye a partir de cuatro dimensiones fundamentales que reflejan los distintos aspectos del bienestar en el empleo. La primera dimensión es el ingreso laboral, que evalúa si el traba...
El ICE se construye a partir de cuatro dimensiones fundamentales que reflejan los distintos aspectos del bienestar en el empleo. La primera dimensión es el ingreso laboral, que evalúa si el trabajador percibe un salario superior a un umbral de bienestar, definido por una línea de pobreza de clase media alta equivalente a US$ 8,30 diarios (PPA 2021). Esta dimensión es determinante, ya que, si el ingreso se encuentra por debajo del umbral, el índice automáticamente se fija en cero, independientemente del cumplimiento de las demás condiciones.
La segunda dimensión corresponde a los beneficios laborales, entendidos como el acceso a seguro médico o jubilación. En países donde existe cobertura mínima universal, el ICE considera si el trabajador recibe una cobertura adicional proporcionada por su empleo.
En tercer lugar, la seguridad laboral contempla la estabilidad del vínculo contractual, considerando que la existencia de un contrato formal o una permanencia laboral prolongada (al menos tres años) son indicadores de un empleo seguro.
Finalmente, la satisfacción laboral se aproxima a través de la ausencia de un segundo empleo, bajo el supuesto de que un trabajador con un único empleo se encuentra más conforme con su ocupación principal.
Estas dimensiones permiten entender que la calidad del empleo no depende únicamente del monto del salario, sino también de la estabilidad, la formalidad y la percepción de bienestar de los trabajadores.
¿Cómo ha sido la evolución en Paraguay?En línea con lo anterior, el índice de calidad del empleo se convierte en una herramienta clave para analizar el mercado laboral paraguayo, caracterizado por un elevado grado de informalidad del más del 60% y brechas en cobertura social.
De acuerdo con los datos disponibles, el ICE en el país muestra una estabilidad moderada durante el período 2011–2024, con ligeras fluctuaciones tanto para los asalariados como para los empleadores.
Entre los asalariados, el ICE se ha mantenido en un rango acotado, entre 0,70 y 0,74, reflejando una relativa constancia en las condiciones laborales. En 2011, el valor era de 0,71, y alcanzó su punto máximo en 2014, 2022 y 2023 con 0,74. En 2024, el índice se situó en 0,73, lo que evidencia una leve mejora respecto al inicio del período, aunque sin cambios estructurales significativos. Esta estabilidad sugiere que, si bien el empleo asalariado ha mantenido ciertos niveles de formalidad y acceso a beneficios, no se observan transformaciones profundas en la calidad general del trabajo.
En el caso de los empleadores, los resultados son más volátiles. El índice comenzó en 0,67 en 2011, descendió a 0,63 en 2013 –uno de los valores más bajos de la serie– y luego mostró una recuperación gradual hasta 0,69 en 2015. Posteriormente, se registró una fase de estancamiento con valores en torno a 0,64–0,67 entre 2016 y 2021, para volver a mejorar a 0,68–0,69 en los últimos tres años. En 2024, el índice alcanzó 0,68, todavía por debajo del promedio de los asalariados, lo que refleja que las condiciones laborales de los empleadores son menos homogéneas y pueden depender de factores coyunturales como el acceso a crédito, la estabilidad de los negocios y las políticas económicas.
La brecha entre ambos grupos se ha mantenido constante a lo largo del tiempo, oscilando entre 0,04 y 0,10 puntos, siempre en favor de los asalariados. Esta diferencia puede atribuirse a la mayor formalización del empleo asalariado y al acceso más regular a beneficios sociales, frente a un grupo de empleadores más heterogéneo, que incluye tanto a microempresarios con escasa o nula cobertura social como a empresarios consolidados.
El análisis del ICE permite comprender que la calidad del trabajo en Paraguay no ha mejorado de manera significativa en los últimos años, a pesar de la expansión económica y la reducción parcial de la pobreza. Este resultado refleja que el crecimiento del país no se ha traducido plenamente en empleos de mejor calidad, formales y con beneficios que aseguren bienestar a largo plazo.
De hecho, la consolidación de un mercado laboral más inclusivo requiere políticas que promuevan la formalización, fortalezcan los sistemas de protección social y fomenten la estabilidad laboral. La evidencia sugiere que la calidad del empleo es tan importante como su cantidad, ya que un trabajo precario, incluso con ingresos aceptables, puede dejar a los hogares vulnerables ante contingencias o ciclos económicos adversos.
Como destaca el Banco Mundial, los empleos de calidad no solo contribuyen a reducir la pobreza, sino también a fortalecer la resiliencia social y el crecimiento sostenible. En ese sentido, Paraguay enfrenta el desafío de convertir el crecimiento económico en una mejora efectiva de las condiciones laborales, garantizando que más trabajadores accedan a empleos seguros, formales y satisfactorios, pilares fundamentales para un desarrollo inclusivo y duradero.
* Este material fue elaborado por MF Economía e Inversiones
 
 