Empuje para el 1-0 “pytã'i”

Euforia desbordante, arranque prometedor, con presión y cargas frecuentes. El 60-40 del porcentaje en posesión y juego fue variando, pasó al 50-50 hasta el peligroso 45-55, porque el equipo nacional se fue quedando y su adversario se sintió cómodo con la tenencia del balón.

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Un envío aéreo al segundo palo fue bajado por Alonso en dirección a “Amiguito” Sosa, cuyo disparo dio en Suazo. Tempranera sensación de gol que animó aún más a la afición.

La cuestión era mantener la intensidad, pero no se pudo. Pasaban los minutos y la Roja fue creciendo, generando oportunidades profundas. En una de ellas se produjo un corte providencial de Cáceres contra Aravena y en otra, “Gatito” Fernández sacó una pelota de gol ante el disparo de Cepeda.

Como el panorama albirrojo empezaba a complicarse, había que recurrir a la vieja y confiable fórmula de la pelota parada. Un testazo de Alonso fue desviado por el guardameta Cortés.

La ocasión más clara de anotación para Paraguay del primer tiempo se produjo cerca del cierre, con un desborde de Sosa para el remate desviado por elevación. El extremo tenía opción de pase que la desestimó. Su resolución fue fallida, como otras anteriores, producto de la falta de confianza, ya que en su club no viene siendo considerado. En la complementaria, mejoró.

Al descanso, con números favorables a Chile, en posesión, precisión de los toques y demás.

A Paraguay le costaba marcar superioridad en fútbol. Entonces quedaba empujar. Por arriba estaba la ganancia. Tiro libre de Enciso, conexión por arriba de Cáceres, intervención exigida de Tony Sanabria para redireccionar el esférico y cierre de Omar Alderete con la pierna izquierda para romper el cero.

Faltaba mucho camino por recorrer, pero nuestro jugadores parecían estar conformes con la ventaja, desperdiciando avances prometedores.

El sufrimiento forma parte del deporte y el cierre del encuentro fue con cierta angustia, principalmente con el peligroso remate de Osorio bloqueado por Fernández. El pitazo final de Claus confirmaba el 1-0 “pytã’i”, acorde al color de la vestimenta del rival: roja.

Prolongado efecto “mongele’e” de Alfaro, que volvió a impregnar a la Albirroja su juego característico, basado en la garra. Parece fácil, pero no lo es.

El brasileño Raphael Claus, de 45 años y con insignia de FIFA desde el 2014, demostró por qué está entre los mejores de la región. Tuvo un buen desplazamiento y un control absoluto del espectáculo. Administró el juego, lo llevó a la temperatura del mismo y mantuvo una línea de conducción, evitando las medidas disciplinarias, aún en las escaramuzas generadas sobre el final.

Si el VAR no interviene es porque las decisiones tomadas en campo son correctas.