
Intereses de deuda superan gasto en salud y educación en buena parte del sur global
El costo de esa financiación se ha vuelto prohibitivo. Solo en 2023 el servicio de la deuda pública externa de las economías en desarrollo ascendió a US$ 487.000 millones; la mitad de estos pa...
El costo de esa financiación se ha vuelto prohibitivo. Solo en 2023 el servicio de la deuda pública externa de las economías en desarrollo ascendió a US$ 487.000 millones; la mitad de estos países destinó al menos el 6,5% de sus ingresos por exportaciones a pagarla. Desde 2020, las tasas que enfrentan duplican o cuadruplican las que paga Estados Unidos, de modo que cada nuevo préstamo agrava la carga futura. Como resultado, en 2023 se registró una salida neta de recursos de US$ 25.000 millones: los desembolsos nuevos no alcanzaron a cubrir los pagos a acreedores.
En 2024 la factura de intereses se disparó: los países en desarrollo pagaron US$ 921.000 millones, un aumento interanual del 10%, y un número sin precedente de 61 naciones destinaron al menos el 10% de sus ingresos públicos solo a intereses.
La presión fiscal erosiona el gasto social tal como se revela en el nuevo análisis de la UNCTAD, basado en proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI- abril 2025) y del Banco Mundial (BM). Entre 2021 y 2023, alrededor de V3.400 millones de personas viven en Estados que destinan más recursos al pago de intereses que a la salud; otros 2.700 millones habitan naciones donde el servicio de la deuda supera la inversión en educación.
A nivel regional, Asia y Oceanía concentran la mayor parte de la carga: 2.139 millones de personas ven cómo los intereses superan el gasto educativo y 2.240 millones el sanitario. África contabiliza 402 millones y 791 millones, mientras que América Latina y el Caribe suman 140 millones y 356 millones, respectivamente. En 2021, la región asiática soportaba dos tercios de los pagos globales, y el endurecimiento monetario posterior agravó la tendencia. Por tanto, las cifras evidencian que la austeridad impuesta por la deuda no distingue niveles de ingreso: se extiende a casi todos los pilares del sur global.
El encarecimiento del crédito desde 2022, junto con la depreciación de monedas emergentes, disparó la factura financiera y desplazó el gasto social. Cada dólar transferido a los acreedores margina campañas de vacunación, materiales escolares y salarios de profesionales sanitarios, socavando productividad y cohesión.
Sin un alivio coordinado, a decir, reprogramación de pasivos, cláusulas ligadas al crecimiento o moratorias automáticas ante shocks, muchos países corren el riesgo de caer en un círculo de bajo crecimiento, deterioro del capital humano y dependencia. Por ello, reorientar el gasto hacia salud y educación ya no se configura como opcional, sino condición mínima para retomar la senda del desarrollo sostenible.
* Este material fue elaborado por MF Economía e Inversiones