
Homilía completa de monseñor Ricardo Valenzuela en la misa de Caacupé
Hoy meditamos sobre la figura de la Virgen María, que es llena de gracia e inmaculada desde su concepción y que estaba en continuo diálogo con Dios desde antes de la anunciación. Ella, Mujer de...
Hoy meditamos sobre la figura de la Virgen María, que es llena de gracia e inmaculada desde su concepción y que estaba en continuo diálogo con Dios desde antes de la anunciación. Ella, Mujer de oración, forma parte de la multitud de los “humildes de corazón”, con los que Dios preparó la venida de su Hijo. Este año 2024 estará dedicado: Año de la oración, teniendo como lema: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 24, 32). Nuestro tema de hoy: “UNIDOS EN ORACIÓN EN COMPAÑÍA DE LA VIRGEN MARÍA Y LOS SANTOS”.
María fue siempre obediente a la voluntad de Dios. Por su docilidad al Señor, María estuvo presente en el designio providencial del Padre, y en los momentos culminantes de la vida de su Hijo Jesús: desde el anuncio del ángel hasta el misterio de su muerte y resurrección. Ella también acompañó los primeros pasos de la Iglesia naciente, oraba con los discípulos de su Hijo y oraba por ellos. Y así, como por obra del Espíritu Santo se convirtió en Madre de Dios, también por obra del mismo Espíritu se convirtió en Madre de la Iglesia, a la que sigue acompañando, con su oración y mediación, en su peregrinar hacia la Patria celestial.
Después de la Ascensión de Jesús, los discípulos vuelven a Jerusalén y viven reunidos en comunidad, todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús» (cf. Hch 2,9-14).
María, maestra de oraciónEn el Sermón de la Montaña, el evangelista Lucas nos deja la enseñanza de la oración del Padrenuestro (Cf. Lc 11, 1-11). La enseñanza del Maestro fue así: «Estando Él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Maestro, enséñanos a orar como oras tú”. Los discípulos no le piden sólo que les enseñe a orar, sino que quieren “orar como el Maestro”. Sí, “Señor, enséñanos a orar como Tú”.
¿Qué es orar? Orar es, para el creyente, una necesidad tan vital como respirar para el cuerpo. La persona humana va creciendo y madurando a través del diálogo con las personas que le rodean y atienden. La comunicación es un alimento vital para crecer en armonía.
En la vida espiritual, orar, comunicarnos con Dios, es un alimento necesario para crecer. En esto consiste la vida de oración: en un continuo diálogo de petición, de súplica, de acción de gracias, de alabanza, de manifestación de afecto y alegría hacia Dios, que es Amor y es nuestro Padre. Una de las definiciones más bellas y expresivas de oración es la de santa Teresa de Jesús: «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama». Y es muy llamativa, también, la que nos ofrece santa Teresita de Lisieux: «es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba, como desde dentro de la alegría». La oración es tan importante en la vida del cristiano que el mismo Cristo nos enseñó a orar (Cf. Lc 1-11) y de la primera comunidad cristiana nos dice el Evangelio que «perseveraban unánimes en la oración, junto con María» (Hch1,14).
La vida de María, «una escuela de oración»En la oración del Padrenuestro, notamos cómo se intercambian los papeles: Es el Hijo el que enseña a la Madre. Nosotros la aprendimos de la nuestra. Para María orar es tener siempre en el corazón los misterios de su Hijo, hablar con Él y hablar de Él: contemplar su rostro y aprender con el corazón sus palabras.
La participación de la Virgen en los momentos ordinarios, en el día a día, es la experiencia de la «vida oculta de Nazaret», en la que María vive en el anonimato de una mujer sencilla, pero en atenta mirada a su hijo, el Hijo de Dios hecho hombre. María, mira al Hijo, le escucha y habla con Él. En el silencio y el diálogo, la Madre contempla al Hijo, la discípula al Maestro. Surge, así, una familiaridad nueva: es la amistad entre madre e hijo, que fluye del trato. Y, orar, como nos dice santa Teresa, no es sino «tratar de amistad con quien sabemos que nos ama».
La oración es una de las mayores bendiciones que tenemos mientras estamos sobre la tierra; por medio de ella podemos comunicarnos con nuestro Padre Celestial y buscar Su guía diariamente. La oración es un diálogo franco y sincero con nuestro Padre Celestial. Debemos orar a Dios como lo hacía María. Y nosotros: ¿Por qué o quién debemos orar?
Oremos por la familiaVivimos en un tiempo donde la autoridad ya no predomina. La rebeldía y la falta de respeto cada vez van en aumento. La voz de los padres ya no es escuchada en muchos hogares. Los profesores con angustia dicen que ya no tienen autoridad sobre sus alumnos. Los ancianos ya nos son tratados con respeto. El marido tal parece que ha dejado de ser cabeza de la familia. Tal parece que desde el más joven hasta el más adulto se han vuelto insolentes y revoltosos. Sin embargo, Dios quiere tomar a esta gente difícil y transformarlas en la clase de gente que Él quiere. Dios quiere cambiar a la familia para que sea la clase de familia que Él anhela. Y para esto Dios ha dejado un modelo, un plan a seguir para la familia.
1- Familia que ora unida permanece unida:
Este principio espiritual lo vemos en muchas familias a través de los años. La oración al interior del seno familiar es un factor de cambio muy importante, que ayuda a superar los momentos difíciles. Es necesario que los hijos vean rezar a sus padres en el hogar. “Si ve a sus padres rezar sin apuros, quedarse en silencio, cerrar los ojos y ponerse de rodillas, los niños captan la importancia de esos momentos y perciben la presencia de Dios en el hogar”. Como dice: (Proverbios 22:6) Muéstrale al niño el camino que debe seguir y se mantendrá en él aún en la vejez.
2- Para ejercer una influencia positiva y eficaz en nuestros hijos:
Nada puede suceder a través de nosotros si no nos sucede a nosotros primero. Salomón dijo una gran verdad: “El justo que lleva una vida irreprochable; ¡felices sus hijos después de él!” (Proverbios 20:7) Esta es la consecuencia positiva en sus hijos de los que vivieron con justicia. Los padres que viven una doble vida, una en la iglesia y otra en su casa, no influenciaran positivamente a sus hijos. Es posible que los hijos nunca se conviertan o si se convierten seguirán los pasos de sus padres, un cristianismo superficial, sin frutos.
El Dr. James Dobson dijo: “Las huellas que un hijo siga, es probable que sean aquellas que sus padres trataron de ocultar”.
Oremos por los enfermosUna de las razones por las que oramos es para pedirle a Dios que nos ayude en momentos de necesidad, especialmente cuando nosotros o alguien que amamos está enfermo. En Santiago 5:15, se nos dice que “la oración hecha con fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará”.
Debemos confiar en que Dios sabe lo que es mejor para nosotros y para el enfermo, y que Él responderá a nuestra oración de acuerdo a su voluntad. Esto no significa que debamos dejar de orar por los enfermos. Al contrario, debemos continuar orando con fe y confianza, sabiendo que Dios nos escucha. Además, cuando oramos por los enfermos, también debemos pedirle a Dios que nos dé la fuerza y la sabiduría para ayudar a la persona enferma de cualquier manera que podamos. Recuerda que la oración es una herramienta poderosa que puede ayudar a sanar a cualquier persona que busque la ayuda de Dios.
Oremos por los gobernantes y por la pazMuchos gobernantes están sufriendo el acoso por parte de poderosos organismos internacionales, que de forma sistemática, y ciertamente, ellos, hombres y mujeres como nosotros, no están exentos de las flaquezas humanas, por lo que necesitan del auxilio del Espíritu Santo para ser fieles cada día.
La Sagrada Escritura está llena con textos que nos piden a que oremos por todos los que tienen una posición en los gobiernos del mundo. El mismo San Pablo nos urge a que oremos: “por los reyes y por todos los que tienen autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz con toda piedad y dignidad. Porque esto es bueno y agrada a Dios nuestro Salvador”. (1 Timoteo 2, 2.3). Un buen gobernante es un hombre comprometido con la justicia. (1 Rey).
Debemos orar por nuestros gobernantes, cristianos y no cristianos, para que el Señor les ilumine y les de sabiduría y discernimiento y se conviertan en instrumentos para promover la dignidad del ser humano, la libertad, la justicia, la paz y el bien común. “Cuando predominan los justos, la gente se alegra; cuando los malvados gobiernan, la gente sufre” (Proverbios 29:2)
Oremos por nuestra educaciónLos jóvenes habían expresado en su manifiesto: “Nos preocupa y genera una impotencia la educación, siempre tan postergada, una educación pública que cada vez más nos condena a la pobreza”. En efecto, según las pruebas PISA, 7 de cada 10 estudiantes del Paraguay no entienden lo que leen. El nivel educativo no mejora. También hoy, nos hacemos eco de la preocupación manifestada por los referentes de Educación Superior: estudiantes, docentes e investigadores, ante propuestas de cambiar la Ley 4.995/2013.
La revisión, derogación o enmienda de la ley de Educación Superior requiere de análisis profundo; opinión de expertos y amplio debate. Dicha ley es un avance muy importante en la historia de la Educación Superior del Paraguay.
Plantearla, de manera inconsulta y apresurar cambios, hasta tal punto de proponer la gobernanza del órgano que rige la Educación Superior en instancias políticas, corre el peligro de atentar contra principios constitucionales, como es la autonomía universitaria. Nuestra Constitución en su artículo 79, con el principio de autonomía universitaria establece que la gobernanza, las ofertas académicas y la gestión es propia de la academia.
Llamamos la atención sobre la necesidad a que la generación del conocimiento, así como la enseñanza y la investigación tengan el suficiente respaldo, para un sano análisis en la búsqueda de la verdad; pues, desde ahí deben salir las propuestas serias para orientar las decisiones que convengan en la dirección del Paraguay que nos merecemos. Esto no estaría garantizado si también se somete la Educación Superior a intereses sectarios como es el poder político hoy tan cuestionado desde distintos ámbitos.
Oremos contra la violencia hacia la mujerHoy, sigue habiendo mujeres que sufren violencia. Violencia psicológica, violencia verbal, violencia física, violencia sexual. Es impresionante el número de mujeres golpeadas, ofendidas, violadas. Las distintas formas de malos tratos que sufren muchas mujeres son una cobardía y una degradación para toda la humanidad.
Para los hombres y para toda la humanidad. Los testimonios de las víctimas que se atreven a romper su silencio son un grito de socorro que no podemos ignorar. No podemos mirar para otro lado. Recemos por las mujeres que son víctimas de la violencia, para que sean protegidas por la sociedad y para que su sufrimiento sea considerado y sea escuchado por todos. La violencia contra las mujeres en todas sus formas es un grito al cielo. Recemos juntos por todas las mujeres víctimas de violencia, especialmente las niñas y adolescentes, y luchemos por una sociedad más justa, para que las proteja, las escuche y alivie su sufrimiento.
Hoy aquí en esta nuestra basílica, construida en honor a nuestra Madre La Virgen de los Milagros de Caacupé nos encontramos reunidos con el alma llena de esperanza, dirigiendo la mirada al cielo. Del corazón nos brote el deseo, que se hace súplica apremiante ante el trono de Dios, de que, en un futuro no muy lejano, nosotros los cristianos, reconciliados finalmente, volvamos a caminar juntos como un solo pueblo, cumpliendo el designio del Padre, un pueblo capaz de repetir, a una sola voz, con la alegría de una fraternidad renovada: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo” (Ef 1, 3).
Fortalecidos por la palabra de Cristo, no vamos a ceder al cansancio; al contrario, vamos a intensificar los esfuerzos y la oración por la unidad de todos los paraguayos. Que esta mañana resuene en nuestro corazón su consoladora invitación: ¡Que todos sean uno! Prosigamos nuestro camino, fiándonos siempre de Cristo, porque Él es el amigo que nunca falla. Amén.